martes, 16 de diciembre de 2008

El Concepto de "Edad Media"/ Anexo 1º a las Notas de Constantinopla


Aunque el primero que señaló la existencia de unidad en el periodo comprendido entre el siglo V y el XV fue el humanista Flavio Biondo , la gloria de haber utilizado antes que nadie el término Edad Media le corresponde al obispo de Alesia, Giovanni Andrea dei Bussi. En una carta suya del año 1469 se dice expresamente lo siguiente: «sed mediae tempestatis tum veteris, tum recentio­res usque ad nostra tempora». Esa media tempestas era el esbozo de unos «tiempos medios», que servían de puente entre la gloriosa antigüedad clásica, a la que se mitificaba, y los nuevos tiempos, que habían vuelto sus ojos hacia aquel período de esplendor. Expresiones como medium aevum, media tempes­tas, media aetas, etc., aparecen en historiadores o filólogos desde comienzos del siglo XVI. Asi, por ejemplo, las utilizaron Joaquin de Wat, en 1501, o Juan de Heerwagen, en 1532. Más avanzado el siglo, en 1575, las encontramos en Marco Welser y Adriano Junius. El uso de dichas expresiones puede, asimismo, rastrearse en el transcurso del siglo XVII: Conisius, en 1601; Goldats, en 1604; Vossius, en 1662; etc. Du Cange, en su célebre Glosario, aparecido en 1678, habló de la «mediae et infimae latinitatis». Puede decirse que el término Edad Media había sido plenamente admitido, por más que su origen no fuera propiamente obra de los historiadores, sino de los filólogos. No obstante, en el mismo siglo XVII se produjeron algunas precisiones de gran transcendencia acerca de los «tiempos medios». En 1665, Jorge Horn, en una obra titulada Arca Noé, llamaba «medium aevum» al período comprendido entre los años 300 y 1500. Poco tiempo después, en 1688, apareció un libro que iba a desempeñar un papel destacado en la fijación del concepto de Edad Media. Se trata de la Historia medii aevi a temporibus Constantini Magni ad Constantinopolim a Turcis captam, del que era autor Cristóbal Keller, profesor de la universidad alemana de Halle. Fue Keller, cuyas precisiones cronológicas sobre el Medievo son bien significativas, el punto de partida de la difusión y generalización de la expresión Edad Media.

J.Valdeón Baruque, Gran Historia Universal (volúmenes 11, 12 y 13). Barcelona, 1986: Club Internacional del Libro. vol 11, pág.11



Incluso en la actualidad se juzga a la Edad Media como una época mala o "fea", a la vez violenta, oscra e ignorante. Ahora sabemos que esta imagen es falsa, aunque hubo una Edad Media de la violencia, y no únicamente la de los conflictos y las guerras entre grupos y entre países, sino también las violencias contra los judíos, con el comienzo del antisemitismo, y la represión de los rebeldes a la doctrina de la Iglesia... Evidentemente, las Cruzadas también forman parte del balance negativo. Pero la Edad Media fue igualmente, y pienso que incluso ante todo, un gran peródo creador. Se puede apreciar en el terreno el arte, de las instituciones, por supuesto primordialmente en las ciudades (por ejemplo con las universidades), o incluso del pensamiento, en el que la filosofía que se ha llamado "escolástica" alcanzó altas cumbres del saber... la Edad Media creó "lugares de encuentro" comerciales y festivos (las ferias, los mercados y las fiestas), en los que seguimos inspirándonos.

Le Goff, La Edad Media explicada a los jóvenes. Barcelona: Paidos 2007, pgs. 115-116




En esta época, la noche se vive en ambientes poco luminosos: en cabañas alumbradas a lo sumo por el fuego del hogar, en las estancias amplísimas de castillos iluminados por antorchas o en la celda de un monje a la débil luz de un candil, y oscuras (además de inseguras) eran las calles de los pueblos y de las ciudades. No obstante, esta es una característica propia también del Renacimiento, del Barroco y -más tarde aún- del período que se prolonga al menos hasta el descubrimiento de la electricidad. En cambio, al hombre medieval se le ve -o, al menos, se le representa en poesía y en pintura- en un ambiente muy luminoso. Lo que llama la atención en las miniaturas medievales es que, habiendo sido realizadas tal vez en ambientes ocscuros apenas iluminados por una única ventana, están llenas de luz, incluso de una luminosidad especial, producida por la proximidad de colores puros: rojo, azul, oro, plata, blanco y verde, sin matices ni claroscuros.

Umberto Eco, Historia de la Belleza, pg. 99-100






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