miércoles, 21 de enero de 2009

Las Vísperas Sicilianas - ( Apendice I del Anexo 3º)




Al hablar de los estados cristianos que formaron el Imperio Latino, se han mecionado el Principado de Acaia (o Acaya) y el Ducado de Atenas (anexo 3º) y cómo, en un momento de la historia, el Reino de Aragón entró a jugar un papel de peso en el futuro desarrollo de los acontecimientos en la zona.
No es la intención de esta entrada explicar la historia de Sicilia, pero sí creemos conveniente situar cronológicamente los hechos que a continuación se narrarán. Ello implica ineludiblemente hacer alusión a los diferentes antecedentes que llevaron a Aragón a intervenir -indirectamente primero y luego de forma totalmente directa- y gobernar en el sur de Italia.
El emperador bizantino Justiniano I había convertido a Sicilia en una provincia del Imperio Romano de Oriente en el 565, derrotando a los Ostrogodos. Bizancio ocupó también parte del sur de la Península Itálica, aunque cedería parte de estos territorios al Ducado Lombardo de Benevento.


Ante la presión que ejercían los árabes sobre Constatinopla - habían conquistado Nicosia (Chipre) alrededor del año 650 - Constante II decidió trasladar la capital del Imperio a Roma, algo que no consiguió ante la oposición de los longobardos, así que retrocedió hacia el sur y, alrededor del 660, preparó todo para establecer la capital en Siracusa. Probablemente esta decisión le costó la vida, pues la medida encontró bastantes detractores entre los ya de por sí numerosos enemigos del emperador; Constante fue asesinado en 668.

Por su parte los árabes seguían atacando a Bizancio, conquistando Cartago (Túnez) en el 695. Desde este enclave norteafricano, Sicilia y, por ende, Italia, quedaban a tiro de piedra de los musulmanes, quienes en sucesivos intentos desde el 827, lograron -tras más de un siglo de luchas- conquistar la isla totalmente en 965. Los árabes toleraron el Cristianismo entre los habitantes, eso sí, a cambio de un impuesto extra.
Los normandos habían iniciado una serie de luchas contra algunos de sus vecinos en Europa, como resultado de las cuales Calabria, entre otras regiones, cayó bajo su poder. En concreto, esta parte de Italia pasó a manos de Roberto de Hauteville (o Roberto Guiscardo) hacia 1046. El Papa León IX intentó expulsarlo en 1053, pero las tropas del Vaticano fueron derrotadas.
Otro Papa, Nicolás II, al ser elegido en 1059, se enfrenta al Sacro Imperio Romano-Germánico, iniciando una reforma enfocada a deshacerse de la intervención de la nobleza en las cuestiones de la Iglesia, condenado la simonía (compra de cargos eclesiásticos) y promulgando las que a partir de entonces deberían ser las reglas bajo las cuales se eligieren los futuros papas. Estas reglas excluían a los gobernates laicos de la toma de decisiones al respecto y el emperador perdía, por así decirlo, su derecho a veto.


Palacio de La Zisa, Palermo.
Fue reedificado por los normandos en 1167, sobre la primitiva estructura levantada por los sarracenos.

Buscando fortalecer su postura ante una inminente reacción violenta por parte del Sacro Imperio, Nicolás II pacta con Roberto Guiscardo. Por el Tratado de Melfi, los normandos se comprometen a prestar ayuda militar al Vaticano a cambio de algunos territorios; para mayor mosqueo del Sacro Imperio, dichos teritorios le pertenecían y habían sido puestos bajo la tutela del Vaticano, quien ahora los usaba como moneda de cambio para comprar mercenarios con los que combatirle. No sabemos si requerido por Roberto Guiscardo o por su propia iniciativa, llega a Calabria Roger (o Rogelio), su hermano menor. Alrededor del 1061 Roger ataca Sicilia(1) y durante una década se dedica a luchar contra los musulmanes. Palermo cae en 1072 y los sarracenos son definitivamente expulsados de la isla, estableciéndose el normando -y desde entonces llamado- Reino de Sicilia, del que Roger I sería el primer monarca; sus descendientes reinaron hasta 1194, año en el que Constanza de Hauteville(2) cede el trono a su esposo Enrique VI, el emperador del Sacro Imperio con el que se había casado en 1186.

Mosaico de la Chiesa Santa Maria dell'Ammiraglio
más conocida como La Martorana -Palermo:
Rogelio II recibe la corona de manos del mismísimo Jesucristo.

A la muerte de Constanza en 1198, Sicilia pasa a ser un dominio más de los Hoenstaufen(3). Federico II, el stupor mundi(4), sube al trono del Sacro Imperio en 1220. Deroga la ley normanda y anula las concesiones que se habían hecho a la nobleza siciliana de esa estirpe. En 1210 había contraído matrimonio con Constanza de Aragón y Castilla(5), enlace promovido y casi forzado por su padre, Pedro II de Aragón, y por el Papa Inocencio III, a la sazón tutor de Federico. Alcanzando un gran poder como sacro emperador, poco pudo hacer el Vaticano contra Federico II, excepto excomulgarlo temporalmente. La cuestión era que los territorios de Italia volvían a estar en manos del Sacro Imperio. Federico murió en 1250 y tuvo varios hijos de diferentes mujeres, algunos legítimos y otros no, caso de Manfredo I, quien al acceder al trono, es excomulgado precisamente con la excusa de ser bastardo.
Tras varias luchas, el papado se hace con el control de los territorios hasta 1265, año en que se los cede a Carlos de Anjou, hermano de San Luis de Francia y aliado del Vaticano. Carlos derrota y da muerte a Manfredo I en Benevento, instalándose así la dinastía angevina en Sicilia. También mandó cegar a sus hijos y decapitó a Conradino, el último posible heredero varón. El de Anjou ve ahora más cerca la posibilidad de recuperar el Imperio Bizantino, en ese momenro bajo el gobierno de Miguel VIII Paleólogo, para los franco-latinos.
Por su parte, desde Bizancio no se veía con buenos ojos esta toma de Sicilia por los franceses, dados los antecedentes de 1204, aparte de sentir esos territorios como suyos, pues históricamente habían pertenecido, en la época Alejandrina a la Magna Grecia y, más recientemente, al propio Imperio Bizantino. De hecho el griego era usado aún por muchos nativos, quienes lo habían hablado normalmente durante largo tiempo
(6).
El gobierno de los franceses en Sicilia no fue bueno y se cometieron toda clase de abusos y tropelías con los nativos.
Pedro III El Grande de Aragón, hijo de Jaime I El Conquistador, se casa con Constanza de Hoenstaufen -¡dale con las costanzas! se ve que les gustaba ese nombrecito de niña a los nobles de la época- hija de Manfredo de Sicilia y heredera reclamante al trono siciliano. El Reino de Aragón se convierte en lugar de acogida donde se refugian los familiares y partidarios de los Hoestaufen. Pedro tenía ahora una buena excusa para reclamar la corona siciliana.

Miniatura del Códice de los Usatges
representando a Pedro III

En 1279 Pedro envía una flota aragonesa que recorre la costa norteafricana con la intención de allanar el camino a una próxima expedición a Túnez, la cual se llevaría a cabo en 1281. El monarca Aragonés pide al Papa Martín IV que declare la campaña como cruzada mediante bula, pero el pontífice, partidario de la casa de Anjou, se niega a ello. Se ignora -aunque se sospecha con fundamento- si debido a esto, Pedro decide fomentar la insurrección contra los angevinos entre los sicilianos, apoyado también por Miguel VIII, con quien había mantenido relaciones diplomáticas. La cuestión es que el día 30 de Marzo de 1282, Lunes de Pascua, a la hora del oficio de vísperas(esto es, al atardecer) en la chiesa dello Spirito Santo, iglesia construída por los normandos en las afueras de Palermo, estalló la revuelta. Existen diferentes versiones del por qué saltó la chispa, aunque coinciden en algo, como ahora veremos. Según Leonardo Bruni (1416), los palermitanos celebraban una f¡esta, que solía rodear la misa de la Pascua de Resurrección, cuando un grupo de militares franceses irrumpió en el lugar con el pretexto de registrar a los civiles, en prevención de que estos puediesen portar armas que hiciesen peligrar el que debia ser buen desarrollo del festival. Sin embargo, parece ser que esto no fue más que una excusa para manosear a la mujeres -Bruni dice sobarles las tetas- lo que provocó que se encendiera la chispa de la rebelión. Rodeados por la multitud, los franceses fueron abatidos con piedras y palos primero y con armas después, hasta ser muertos. La voz del ataque y muerte a los franceses correría por toda la isla, incitando al resto de sus habitantes a levantarse contra los angevinos.



Santo Spirito di Palermo, Chiessa di Vespro.

Según una versión más moderna(7) también empezó todo en los alrededores de Santo Spirito y también en medio de las celebraciones propias de esas fechas. En esta versión se concreta más:
Un grupo de soldados franceses borrachos, al mando de un tal sargento Drouet -conocido en italiano como Droetto- irrumpió en la fiesta y dicho sargento comenzó a meterle mano a una moza casadera del lugar, so pretexto de registrarla como sospechosa portadora de armas. El acompañante -al parecer prometido o quizás marido- de la joven, ni corto ni perezoso (y muy a la siciliana, todo hay que decirlo) sacó un cuchillo y le rajó las tripas al proto-gabacho (como tiene que ser, con dos pares ¡Hasta ahí podíamos llegar!). La tropa del sargento intenta arroparle, pero la multitud indignada se lanza sobre ellos y los masacra. Casualmente, al mismo tiempo que se corría la voz, las campanas de todas las iglesias tocaban a vísperas, hecho que fue interpretado por algunos como una llamada al levantamiento. Posteriores investigaciones apuntan, como se dijo más arriba, a una intervención aragonesa en combinación con los bizantinos y apoyados por caballeros locales, y que precisamente el tañer de las campanas sería la señal para sincronizar la asonada entre los diferentes focos del levantamiento.
Bueno, en lo que sí coinciden todas las versiones es que eso de que unos franchutes sobetearan las tetas y metieran mano a las mozas del lugar, no gustó mucho entre los naturales de la zona.


I Vespri Siciliani , scena III- Francesco Hayez, 1846.
Gallería Nazionale d'Arte Moderna, Roma.


Fuera como fuese, entre esa misma tarde y la madrugada del día siguiente, la ciudad se convirtió en un baño de sangre y al día siguiente en toda la isla, salvo alguna excepción, se inició la caccia ai francesi(8). Se calcula que, sólo en la ciudad de Palermo, más de 2.000 franceses -hombres, ancianos, mujeres y niños- fueron masacrados en esta carnicería conocida como Vísperas Sicilianas.
Carlos de Anjou trató de apaciguar los ánimos prometiendo reformas, pero ya era demasiado tarde, así que en Mayo, con un ejército de 25.000 hombres desembarcó al norte de Reggio y comenzó el asedio de Messina, al tiempo que impedía el paso por el estrecho de cualquier tipo de ayuda que pudiese ser enviada a los sicilianos. La ciudad resistió hasta septiembre: el 30 de agosto, una flota aragonesa al mando de Roger de Lauria desembarcó en Trapani, al noroeste de la isla. La insurrección devino entonces casi en una guerra entre Aragón y los sicilianos en un bando, y los franceses, el papado y las diferentes facciones
güelfas en el otro. La decisiva Batalla de Nicoreta entre las flotas francesa y aragonesa, con victoria de la última, obliga a Carlos a retirarse a Nápoles. La Corona de Aragón se posaba sobre tierras italianas.


Escudo del Reino Aragonés de Sicilia


NOTAS

(1) Las razones de la llegada de Roger a Italia no están claras, así como tampoco su intervención en Sicilia.
Por una parte se dice que los normandos acudieron pagados por Bizancio para liberar los territorios en Italia ocupados por los musulmanes y que, al haber terminado la conquista de Sicilia y ante la debilidad de los orientales, optaron por instalarse como gobernates. Por otra, que acuden inducidos por la predicación del Papa Alejandro II contra los infieles, algo que se considera como uno de los antecedentes de las futuras cruzadas. También es posible que fuese una combinación de elementos los que empujaron a los normandos a esta empresa: el afán de aventura y de riquezas, el Papa y el dinero de Bizancio; es decir, un poco de todo.

(2) La casa de Hoenstaufen representaba a la facción de los gibelinos, italianización de Waiblingen, nombre del castillo de Suabia donde la familia tenía su origen. Los güelfos -italianización de la palabra alemana Welf, fortaleza de Baviera de donde habría tomado el nombre la casa ducal homónima- se enfrentaron con ellos por la sucesión al trono del Sacro Imperio, extendiéndose la lucha por la Península Itálica.(Enciclopedia Católica)


Escudo de los Hoenstaufen de Sicilia


Escudo de los Welf


(3) Constanza de Hauteville era hija de Roger II, a su vez hijo y sucesor de Roger I. Su hermano, Guillermo I, había casado con Margarita de Navarra, de la cual tuvo a Guillermo II. Al morir éste -su sobrino- sin hijos, Constanza heredó el trono siciliano, al ser la única descendiente directa que quedaba de Roger de Hauteville.

(4) Este personaje, igual que sucede con muchos de los nombrados en esta pequeña serie de anexos y apéndices históricos, merece dedicarle una biografía aparte, lo cual no es nuestro objetivo. Puede visitarse Stupor Mundi, Federico II (traducido del italiano), bastante completa y bien documentada. Incluye imágenes de monumentos e itinerarios por diferentes lugares que estuvieron bajo su gobierno.

(5) Como puede apreciarse, este nombre de Constanza era una plaga entre las damas de las casas aristocráticas europeas del momento. Esta a quien nos referimos ahora, la de Aragón y Castilla (1170-1222), era todo un personaje, a pesar de no ser muy conocida hoy en día en nuestro país. Era princesa de Aragón, reina consorte de Hungría y de Sicilia y emperatriz del Sacro Imperio Romano-Germánico.Era la hija mayor de Alfonso II El Casto de Aragón, hermana de Pedro II El Católico y nieta de Alfonso VII El Emperador de León y Castilla. Casó con Emerico de Hungría, de quien enviudó. Emparentada con las casas de Borgoña, Aragón, Hungría etc. se eligió como esposa para Federico II, aún siendo bastante mayor que él, con vistas a conseguir para el futuro emperador romano-germánico una esposa que asegurara varios lazos consanguíneos y así facilitar lealtades y alianzas.
No debe confundirse con Constanza de Aragón (solamente y no de Castilla) que aparecerá en el siguiente anexo.

(6)
¿Debo presentar mis quejas ante Dios por haberme elegido como el instrumento de la libertad de los sicilianos, cuando yo sólo debía mantener la verdad?
M. Palaeologus, De Vita sua Opusculum, 9, IX, p. 537-8

(7) Sir James Stevenson Runciman (1902-2000): A History of the Crusades, Vol. 1 - Cambrigde University, 1951

(8) Es conocido el caso de la villa de Sperlinga, al noreste de la isla, donde los angevinos se hicieron fuertes resistiendo el asedio casi durante un año. En la entrada del castillo se puede leer:
"Quod Siculis placuit, sola Sperlinga negavit" (lo que complacía a los sicilianos, sólo Sperlinga lo negó)

Castillo de Sperlinga